En la entrada de la semana pasada hablamos acerca del bullying y las consecuencias que este puede tener sobre nuestros hijos. Sin embargo, ¿qué pasa si mi hijo es el agresor en un caso de bullying? Hoy os damos unas pautas para evitar que este tipo de situaciones ocurran.
Como ya comentamos, el bullying es un acoso o maltrato físico y/o psicológico deliberado que recibe un niño por parte de sus compañeros, lo cuales buscan someterlo y asustarlo, mermando su autoestima y confianza.
Según diversos estudios, existen unos factores de riesgo que los que llevan a los pequeños a adoptar dichos comportamientos. Algunos de ellos se pueden detectar rápidamente, como ser niños muy mimados o sobreprotegidos. Sin embargo, existen otros como haber sufrido violencia doméstica o no haber recibido la suficiente atención y cuidados, que pueden derivar en escenas de bullying donde nuestro hijo sea el agresor.
Cerezo Ramírez, profesora de psicología y especializada en este tipo de acoso, nos da algunas pistas sobre cómo detectar si nuestro hijo es un posible agresor: "Agrede e intimida también a los hermanos pequeños, llora y/o se enfada mucho casi por nada, no tiene motivación por ir al colegio, habla de peleas en las que es el agresor o agresora. Insulta y amenaza con frecuencia, muestra un comportamiento desafiante y agresivo también con adultos…”
Debemos estar pendientes de los comportamientos que tienen nuestros hijos tanto en casa como en la calle, pues lo más probable es que este tipo de situaciones se den antes de que el menor comience con los ataques hacia uno o varios compañeros.
En nuestra próxima entrada hablaremos acerca de los testigos o "falsos espectadores" que se mantienen al margen o animan al agresor por miedo a convertirse en víctimas del mismo.