Adoptar un hijo es una decisión transcendental. Tomar esta decisión implica hacer un análisis razonado sobre las motivaciones, las implicaciones, la capacidad de la pareja o la persona que va a pasar por este largo proceso. Una vez meditado profundamente y tomada la decisión, tener un hijo es irrevocable y será una experiencia que marcará tu vida para siempre.
Esta decisión, las razones por las que se tomó, las circunstancias personales y el proceso; más tarde o más temprano deben ser conocidas por el niño o la niña. Es totalmente desaconsejable tratar de ocultarlo o dilatarlo, aunque sabemos que es difícil afrontar el momento en el que por fin hablarás con tu hijo sobre el tema.
Lo primero que debemos hacer es tratar la situación con total naturalidad. No existe diferencia entre un hijo biológico y un hijo adoptivo. El vínculo no lo crea la naturaleza, lo crean las personas. Cuéntaselo lo antes posible, incluso antes de los tres años. Y conforme el niño sea capaz de asimilar y según le surjan las preguntas, contéstaselas abiertamente.
Es muy importante ofrecer apoyo constante y trabajar ciertos pensamientos y sentimientos. En primer lugar, se debe desterrar el sentimiento de abandono y la posible culpa asociada. Tampoco aconsejamos mistificar ni juzgar a la madre biológica. Hay que tratar de que sepa sin lugar a duda que es tu hijo o hija y que eso no va a cambiar, que le quieres y debes tratar de ser comprensivo con el dolor que pueda ocasionarle la noticia.
Déjate aconsejar por personas que hayan pasado por experiencias similares y también por un psicólogo, el cual puede ofrecerte herramientas comunicativas y de gestión emocional que pueden resultarte realmente útiles.